Por fin, estamos a las puertas de Roma, pero no tenemos ni idea de cómo entrar. Menos mal, que la resistencia está bien organizada y nos encontramos con un espía Galo infiltrado de romano que nos cuenta que para poder entrar es necesario pasar por las doce pruebas del «Gran Torneo».
Todos somos galos e Hijos de Dios, como hermanos debemos actuar y en este caso jugar para lograr entrar a Roma preguntándonos quién es Dios. Para ello, debemos acudir a las fuentes de donde mana su Palabra Viva, la Palabra de Dios. En ella encontraremos respuestas a nuestro gran interrogante: ¿Cómo puede ser Dios y Padre?.
Tras el torneo, el jurado nos informa que sí, que los galos pueden entrar en Roma, pero todos no, los maestros del gremio (educadores) no han pasado las doce pruebas. Ahora es el momento de la verdad: o entramos o perderemos para siempre la posibilidad de rescatar a Panorámix y recuperar nuestra ansiada pócima mágica. Los Romanos preguntan a los chavales si prefieren entrar en Roma solos o junto a sus educadores. Las pruebas finales para que todos podamos acceder a la ciudad romana exigen de un sacrificio y de nuestra conversión. Al igual que en la parábolas de la oveja perdida o del hijo pródigo, el Padre que sale al encuentro de lo perdido y nos ayuda. Pero, claro, hemos de querer aceptar a Dios en nosotros, en nuestras vidas. Es necesaria nuestra conversión.
Una vez superadas las doce pruebas todos juntos, unidos batiendo todos los records posibles con un gran final de fiesta unidos en un megasingstar, los galos entran a Roma y acampana al aire libres, porque…
…ha llegado el momento de la batalla final.