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Día 5 – La cizaña

Una vez ya puestos en camino hacia Roma en busca de Panoramix, durante el desayuno aparece el primer inconveniente: qué ruta escoger. Ya la hemos liado. La mitad de los grupos quieren ir por un camino y el resto por el otro y, ni de suerte, están de acuerdo entre qué camino escoger. Ante tal follón, se llega a la conclusión que hay que elegir a un líder por cada grupo para que represente y «convenza» a los demás. El problema es que realmente lo que están es enfrentados unos entre otros y poco a poco han separado nuestra gran familia de galos.

La familia cristiana tiene como misión la formación de una comunidad de personas comunicando el amor que Jesús nos dio. Con la familia de cada uno, avanzamos hacia la opción que el Señor escogió, un amor hacia los pobres. Por eso, en estos momentos, la aldea gala no se asemeja a una familia, ya que si no funcionamos juntos es imposible avanzar.

Una vez escogidos los líderes, se les prepara una mesa especial con privilegios para comer y, nuevo follón, ahora resulta que han formado un grupo aparte de élite y, así, con su chulería, se han ganado la enemistad del resto. Con tanto favoritismo, el enfrentamiento sigue entre todos los grupos. Con tanto grupo y tanto líder no puede ir cada uno por su parte.

El acuerdo sobre qué camino seguir no se ha alcanzado y para medir sus fuerzas durante la tarde compiten en una serie de juegos y conseguir así el mejor grupo. Es la «Champiñones Lix». De esta forma el grupo ganador absorbe al grupo perdedor y ambos forman un nuevo grupo para enfrentarse al resto. Así, comprenden que conforme se van juntando van aunando fuerzas y así se han más fuertes. El objetivo es mostrar que por sí solos no van a vencer a su contrincante.

Pero, aun no se ha llegado a una familia homogénea, los tres grupos que han resultado del juego anterior deben cenar por separado para mostrar la rivalidad entre ellos. Pero, poco a poco, sin darnos cuenta ya hemos ido juntando nuestras fuerzas. Nos hemos dado cuenta de que por separado no conseguimos nada y debemos formar un gran grupo convertido en “familia”. Así, por fín, tras un reñido juego, en el último instante, cuando todo parece perdido, a base de saltitos, como si fueramos palomitas de maiz, por fin, el grupo se une en uno, por fin, la familia vuelve a estar unida.

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